jueves, 14 de enero de 2016

Fotografía cojonuda; interpretación errónea


Esta fotografía representa un cambio. Iba a comentarla ayer cuando la vi, pero al conocer que ABC la usaría para su portada, decidí aguardar. Y ha merecido la pena la espera. Para empezar, porque mi intuición ha sido confirmada: La tendencia política de esta línea editorial haría que picase, y por consiguiente la desperdiciara. Bieito Rubido y los suyos no han podido contenerse ante la imagen desafiante del perroflauta. Como un gordito en el cajón de los dulces, como putero en un prostíbulo, como una vieja de pueblo con un chismorreo del vecino, se han tirado a por ello. Delante, el malo; detrás, los buenos. Un engreído Antonio Rodríguez (el perroflauta en cuestión), párpados caídos, hocico altivo, avanza hacia el sitio del recién investido Presidente del Congreso. Tras él, un risueño Rajoy, metido hasta el momento en que irrumpe en su campo de visión el greñudo en la conversación que mantienen sus compañeros de partido. Don Mariano no se inmuta, es más, en su expresión se aprecia cierta sabiduría, cierta confianza, la experiencia del que se sabe bregado, curtido. Y en esa interpretación, ABC se zambulle: <<Los 69 diputados populistas (no sin razón, pues manda huevos Bescansa con el niño... Y el postureo de Pablito acunándolo... Pero en fin, faltan 67... Que se jodan, dirá ABC, justos por pecadores...) convierten la sesión en un espectáculo de salidas de tono (del tono habitualmente grisáceo del hemiciclo, supongo), mientras PP, PSOE y C´s (salvapatrias erigidos) cumplen -y aplauden- su acuerdo para el reparto (eso pone, amigos, reparto) de la Mesa>>.
Por si no es suficiente, en la esquina superior izquierda aclaran que el rasta no solo delinque, sino que se jacta de ello. Imparcialidad de los medios se llama esto, señores. 
La traca final de todo el tiroteo ha llegado cuando una de esas rara avis que, junto a Esperanza Aguirre, quedan en la política de hoy día con los suficientes cojones como para decir lo que piensa la mayoría de su partido, ha venido a enunciar que teme por la higiene del Congreso, dada la fauna que puede contener en tal frondosidad capilar el susodicho. 
No sé por qué pero ciertamente admiro a esta mujer por, al menos, decirlo. Es su punto de vista. Es el punto de vista, salvo contadas excepciones, de una generación. En ello está el error, pues no advierten que el continente ha sido relevado por el contenido. Una chaqueta con coderas ya no es indicio de progresismo. Y de eso son conscientes las nuevas generaciones (y no me refiero precisamente a las del PP, grupúsculo anacrónico, cobijado bajo la sombra de la torre de marfil de su estirpe). 
En ese mismo error cae la interpretación de ABC. 
No se dan cuenta. No lo advierten. Es lo que en inglés se denomina underrate. Subestimación. Menosprecio. Anclados al poder durante medio siglo, unos desarrapados como aquellos no les iban a quitar ahora el sitio. Y es de lo que en ese momento, cual epifanía, Rajoy parece enterarse, intentado, conmovido, sostenerse con su mano a un punto de apoyo para no desmoronarse. Ya están dentro, es demasiado tarde. Mientras a sus flancos, sus correligionarios charlan despreocupados, tendiéndose las manos, apalabrando políticas que creen les reafirman -como el "reparto" de la Mesa-, irrumpe en escena un joven, distinto, un joven llegado de otro estrato, cuyos méritos no son los hasta el momento establecidos. Y la sonrisa de la que gozaba el Presidente en funciones, ante la visión de ese joven que, a pesar de su indumentaria, se toma totalmente en serio su cometido, se va desvaneciendo, declina, se extingue, inmortalizando el fotógrafo con esa caída de labios toda una situación política en su ocaso, en su irrevocable crepúsculo.

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